viernes, 9 de diciembre de 2011

Capitulo 2:


 “¿Que hacés?” Me dijo en un tono de voz expresivamente confundido.

“Esperá, ya vas a ver.” Contesté, mientras que con una habilidad cuasi japonesa (lo único en lo que soy o puedo considerarme realmente buena) armé con un trocito de papel una grulla.
Se quedó mirándola, achinó los ojos y la observó inclinando la cabeza hacia un costado como un nene al cual se le presenta una situación de dificultad mayor a la de su capacidad de entendimiento. Me reí por la reacción, no era la que tenía en mente que podría suceder.

“Una grulla amor. Mirá… Vuela.” Como quien sacude un sonajero delante de un bebé para lograr sacarle una sonrisa, hice que mi grulla moviera las alitas acercándola a su nariz. Lo hice reír y me sentí mas libre de presión. Mientras me reía cual nena que logró su cometido, el se propuso abrazarme delicadamente apoyando sus manos entrelazadas detrás de mi espalda y su cadera bien pegada a la mía; una posición increíblemente cómoda, debo agregar. Me sentí protegida. Feliz… Feliz como nunca.
Acercó su cara lentamente a la mía y mirándome con sus ojos negro azabache intenso me dedicó esa mirada que me desarmaba, me dejaba sin fuerzas. Lo único que podía hacer era acomodarme en sus brazos e intentar disfrutar de ese abrazo, que suplicaba, nunca terminara. Acerco su boca a mi oído, cuidando cada detalle y mitad suspiro, mitad frase, susurró: “Te amo.”

Casi por instinto busqué su boca como necesitada, con un deseo irrefrenable. Cuando me besaba me sentía completa. Sin importar el otro trillón de personas en el mundo, sin importar razones y sin considerar pros ni contras. Solo él, yo, y esas ganas de querer permanecer de esa forma por siempre. Entrelazados y sin importarnos quien pudiera estar mirando, se esparció ese fuego irrefrenable que siempre sentía al besarlo. Se esparció por mi cuerpo y como lava ardiente quemaba cada parte de mi ser con un sello que implicaba una marca segura por el resto de mi vida. Un ardor invisible que tatuaría un “para siempre” en mis venas.


Así fue que al dejarlo, esa tristeza que corría por mis venas me suplicaba ser libre. Mi cuerpo me pedía a gritos liberar ese veneno que trababa a mi sangre dejándome jadeante en el suelo apoyando una mano en el piso por el mareo y otra en mi pecho para acompasar mis inhalaciones con la cara salada de lágrimas entre secas y nuevas que seguían cayendo. 

Junté fuerzas con una gran bocanada de aire y busqué la gillette que había dejado en el piso. Me recosté sobre la pequeña pared de la ducha y me hundí el filo del lado derecho sobre la piel de la cadera. Un lugar seguro, nadie me revisaría ahí. Rapidamente se produjo un color blancuzco alrededor de la herida con el que ya estaba familiarizada de la que luego brotó un líquido mas bien espeso, … Carmesí.


Me sentí mejor. Ya con el veneno fuera de mí me sentí mejor. 


…Ya todo pronto estaría bien, me dije.

1 comentario:

  1. Me encanto la manera en que narraste los hechos bueno sí es un escrito tullo... pero claramente me identifique mucho.
    Con mi ex novio o bueno mi novio era algo así, yo siempre fui la más enamorada en cierto margen en la relación y siempre ocupaba el self para satisfacer mi dolor y expulsar todo pero con el tiempo comencé a ver las cosas distintas me canse de sufrir tontamente por amor y ahora como que cada cosa me da igual, tambien me sigo cortando y webadas pero más por ana y por otras cosas.

    Que andes bien bonita, besos.

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